Circula
un vídeo por las redes sociales muy divertido: Se trata de una escena familiar,
sale un niño (que no llegará a tener un año) y sus papás. El
niño sonríe y disfruta cada vez que sus papás le dan besos. Sin embargo,
aparentemente los padres quieren hacer rabiar al niño y, de vez en cuando, en
lugar de besarle a él, se besan entre ellos. Cada vez que esto sucede, el niño
llora manifestando su malestar. Probablemente se trata de un vídeo gracioso,
sin mayores pretensiones, y de ahí que lo hayan colgado en la red.
Pero
este vídeo y la situación graciosa que muestra, nos da mucho que pensar. Lo
evidente es que los niños son egocentristas y quieren todo lo bueno para ellos
y por tanto, si perciben que eso bueno (en este caso el beso) se lo quitan para
dárselo a otros, protestan airadamente, independientemente de que los otros
sean sus propios padres. Lo no evidente, es que los padres de la criatura que
fue fruto de su amor, siguen configurando el desarrollo de su hijo, también a
través del amor entre ellos. Me explico.
Efectivamente,
esa escena del vídeo es vivida de modo habitual en cualquier familia. Es bonito
dar besos a los hijos, es una forma frecuente de mostrar el amor que les
tenemos, y cuando son tan pequeños es más habitual “comérselos
a besos”. Por tanto es muy natural que los padres muestren el amor
que les tienen a sus hijos de una forma sensible, como es un beso, y eso agrada
a quien recibe esa manifestación de cariño.
Pero
ese cariño no es más que la extensión del amor que se
tienen (o se deben tener) los padres de la criatura. Si los hijos
observan las manifestaciones de cariño que se dan entre sus padres, primero
observan con curiosidad, posteriormente sonríen, luego (aunque con cara de
vergüenza) se sienten satisfechos de que sus padres se quieran tanto. En
definitiva acaban descubriendo que, en la medida que sus padres se quieren, ese
cariño “les rebota” y les llega a ellos.
Volviendo
al vídeo, en la medida que los hijos van creciendo, saben voltear el
experimento y acaban comprendiendo que los besos que se
dan papá y mamá son mucho más importantes que los besos que les dan a los hijos,
precisamente porque esos besos por extensión les llegan a ellos. Y finalmente
hacen el gran descubrimiento: “los padres, para
quererles a ellos, sus hijos, primero se tienen que querer entre ellos”.
Si
fuese posible quitar las vergüenzas adolescentes, me gustaría hacer un
experimento, mantener una escena de besos de los padres al hijo adolescente, y de vez en
cuando que los padres se besasen entre ellos. Estoy absolutamente convencido
que el hijo prefiere estos segundos. Te animo a hacer la prueba.
En
definitiva, si los hijos son frutos del amor entre los padres, los besos entre
los propios padres son manifestación de aquel amor, y siguen dando frutos de
amor, en forma de nuevos hijos, o en forma del desarrollo de los hijos que ya
llegaron.